Esta es una de esas preguntas que pocos hijos se atreven a hacerle a sus padres.
¿O sí lo hacen?
Tal vez con los años.
Yo no conozco la respuesta.
Yo nunca hice esa pregunta.
Y creo que mis hijos tampoco me la han hecho a mí.
Me acostumbré a vivir como creía que estaba bien.
Sin mostrar sentimientos, sin ser vulnerable.
Y le enseñé lo mismo a mis hijos.
En ese sentido, ellos se parecen mucho a mí.
En estos días, pensando al respecto…
Se me ocurrió escribir lo siguiente:
Crecí escuchando frases como:
«Aguántese».
«Los hombres no lloran».
«No sea débil».
«Siga adelante».
Y lo hice.
Aguanté.
Callé.
Sonreí cuando estaba roto.
Y me convertí en eso que tú llamabas «fuerte».
Hasta que un día, algo se quebró.
No afuera.
Adentro.
Y ahí entendí que tu enseñanza tenía una trampa:
me preparaste para resistir la vida, no para vivirla.
Tu «fuerza» venía con factura.
Una factura emocional que terminé pagando con relaciones rotas, silencios incómodos y una soledad que no se cura con trabajo ni éxito.
Ser fuerte me sirvió para sobrevivir, pero no para amar.
Y eso —papá, mamá—, no me lo enseñaste.
No lo digo desde el reclamo.
Lo digo desde el entendimiento.
Tú tampoco aprendiste a sentir.
Te lo prohibieron.
Te lo borraron.
Te dijeron que un hombre sensible era un hombre débil.
Y lo creíste.
Lo actuaste.
Lo heredaste.
Y sin quererlo, me lo entregaste.
Hoy te entiendo.
Pero también elijo romper con eso.
Elijo llorar sin vergüenza.
Pedir ayuda sin culpa.
Abrazar sin miedo.
Elijo no esconder mi tristeza detrás de un chiste,
ni mi rabia detrás de un proyecto.
Elijo sentir, aunque duela.
Porque solo lo que se siente, sana.
Y si algún día mi hijo o mi hija me pregunta lo mismo, quiero poder decirle:
«Te enseñé a ser fuerte porque sabes sentir, no para evitar sentir».
Quizás ese sea el legado más difícil.
El que no deja monumentos, pero sí paz.
¿Te identificas con esta reflexión?
¿Eres fuerte… o sabes ser fuerte sintiendo y asimilando?
¿Cómo eres tú con tus hijos?
Inconscientemente marcamos un camino para nuestros hijos.
Que sea el ideal o no,
eso lo decides tú.
Pero quien lo acepta o no…
es tu hijo o tu hija.
Por acá te dejo un artículo relacionado con este [enlace]
Gracias, gracias, gracias.
Te leo.
Te deseo un excelente y maravilloso día.
Namastè
