La desconexión humana es tan real que se ve reflejada en nuestro trabajo.
Porque el trabajo no es solo trabajo.
Es la vitrina de lo que somos en casa.
Es la vitrina de lo que somos por dentro.
Es el reflejo de la relación consigo mismo/a, con hijas/os y con las personas que en teoría amamos.
Pero el trabajo está lleno de risas falsas.
De máscaras.
De bullying disfrazado.
De gente funcionando en modo autómata.
Yo estuve ahí.
Anestesiado.
Afortunadamente, ya no vivo tan dormido.
Y aquí es donde entra la ironía:
en muchos casos la IA es más humana que muchos humanos.
En los últimos tres meses he enviado más de 500 correos a todo tipo de entidades: públicas, privadas, gubernamentales, y otras «por ahí».
Mi intención es simple:
hablar de desconexión emocional entre padres e hijos.
Hubo una respuesta que me causó mucha risa porque me envió una biblia de 5 o 7 páginas explicándome los pasos para poner una demanda.
¡Una demanda!
Cuando mi correo no llegaba ni a 200 palabras.
Cuando hablaba de familias, no de líos legales.
Ja, ja, ja, ja, ja
¡Qué absurdo!
¡Qué ridículo!
¡Qué estupidez!
Y lo peor:
esa respuesta la escribió un humano.
O bueno… un humano funcionando como un bot.
Ni siquiera un bot.
Ojalá hubiese sido IA: mínimo habría leído.
Pero ¿sabes qué?
Lo entiendo.
No para justificar, sino para ver el cuadro completo.
Detrás de ese correo hay alguien saturado, respondiendo por cumplir con un excel de «caso atendido» para cumplir con esa famosa PQR.
No es maldad, es rutina.
Una rutina que anestesia.
Ahora, ese automatismo lo estamos llevando a la casa.
Con nuestros hijos.
Con nuestras parejas.
Con quienes comparten la vida con nosotros.
Ahí también estamos «respondiendo sin leer».
Sin observar.
Sin escuchar.
Sin analizar.
Sólo sacando conclusiones estúpidas.
Y eso, más temprano que tarde, se convierte en desconexión emocional.
Hijos buscando respuestas en lugares equivocados.
Parejas buscando afuera lo que no hay en casa.
Familias que funcionan como oficinas, llenas de trámite, vacías de presencia.
Y después preguntamos:
«¿Pero por qué hace esto si soy tan buen muchacho, tan buena muchacha?»
«¿Por qué actúa así si yo doy todo?»
Porque no estás dando lo que importa.
Porque no estás viendo lo que importa.
Porque no estás presente.
Así que pregunto, sin filtro:
¿Qué tal si nos desahuevamos?
¿Qué tal si dejamos el automatismo en el trabajo y recuperamos la empatía en el hogar?
¿Qué tal si nos miramos de verdad?
¿Qué tal si dejamos de vivir como bots?
¿Qué tal si leemos, escuchamos y sentimos antes de responder?
La desconexión emocional no se resuelve con protocolos.
No cabe en un PQRS.
No entra en un formato.
Empieza en uno.
Sigue en la familia.
Y después —solo después— transforma instituciones.
Gracias, gracias, gracias.
Te leo.
Te deseo un excelente y maravilloso día.
Namastè
