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Poner límites no es quedar bien ni sonar «correcto». Es saber de una vez por qué lo haces… y para quién.

¿Sabes poner límites?

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  • Última modificación de la entrada:18 septiembre, 2025

Los actuales «coach de vida» parece que se hubiesen puesto de acuerdo en repetir la misma frase como loros iluminados:

«Tienes que poner límites».

¿Está bien?
¿Está mal?

No lo sé.
Lo que sí sé es que decirlo es más fácil que hacerlo.

¿Cómo putas voy a saber poner límites si ni siquiera tengo clara la raíz de lo que me molesta?

Porque una cosa es evidente:
Yo sé quién me emputa.
Sé quién me irrita.

Y claro, es muy fácil decir:
«No me jodas más».

Sí, en los términos políticamente correctos que recomiendan los coach de Instagram.
Aunque yo hablo como me da la gana.

Ja, ja, ja, ja, ja.

Hay gente que manda pa´ la mierda sin anestesia.

Y está perfecto.
Eso también es un límite.

Pero, ¿es suficiente?

Me parece que no.
Porque no se trata solo de gritarle al otro, sino de entender por qué carajos me hierve la sangre con lo que dice o hace.

Ese paso previo —mirar la raíz de la molestia— casi nadie lo menciona.
Ni en los talleres, ni en los reels de «sabiduría exprés».

Y ojo, no tengo nada contra los verdaderos coaches.
Los hay, y muy buenos.

Conozco a uno.

Pero como la frase «soy coach» se volvió moda, cualquiera se autoproclama experto y arma negocio.

Y ese no es el problema. Está muy bien querer «ayudar» y monetizar con ésto.

El verdadero problema es que muchos de esos «expertos» están igual o más perdidos que el coachee que les paga.

Así que antes de comprar la idea de que poner límites es solo decir «hasta aquí», conviene preguntarse:

¿De dónde viene esa irritación?
¿Qué estoy permitiendo?
¿Qué carencia mía toca eso que me descompone?

Por acá te dejo un artículo donde hablo justamente de por qué nos irrita lo que haga o diga alguien en nuestro entorno [enlace].

No es la última palabra, pero puede ayudarte a mirar el problema desde otra esquina.

Porque si yo no conozco la causa, ¿qué límite real voy a poner?

¿Un simple «no me jodas»?
Eso no sana, solo maquilla.

Y claro, hay límites que son innegociables:

Ante una agresión, la respuesta tiene que ser inmediata.

Ahí no hay debate.

Ahí el límite es instantáneo y es ley.

Pero en lo demás, en lo cotidiano, no basta con repetir mantras de Instagram.

Se necesita algo más jodido:
Mirarse de frente.

Ahora… si después de todo, esa persona insiste con la misma mierda, entonces sí: el límite es mandarlo literal y tácitamente pa’ la mierda.

Porque lo que no sirve, que no estorbe.

Y punto.

Tu salud mental vale más que una convivencia o vínculo que aporta lo mismo que un cero a la izquierda.

[…]

Al final entendí que no se trata solo de dibujar una raya en el piso.

Se trata de conocerme, de ver de frente mis heridas y dejar de cargar con lo que no me pertenece.

En mi libro Témpera Mental cuento cómo, al reconocerme, descubrí que los límites no eran un acto de rebeldía, sino de honestidad conmigo mismo. Solo entonces supe ponerlos de verdad.

Aquí puedes leerlo.

Gracias, gracias, gracias.

Te leo.

Te deseo un excelente y maravilloso día.

Namastè

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