¿Conoces la fábula del tigre y el burro?

Hace un par de meses me metí de lambón para llevar a buen termino el arreglo y mantenimiento en las fachadas del conjunto residencial donde habito hace más de 20 años. Lo hice porque consideré que las cosas se estaban haciendo de forma errada y muy seguramente habría un descalabro financiero. No estaba muy lejos de la realidad porque en cada asamblea subían el valor de la cuota para esta actividad.

Últimamente he aprendido a ser desprendido de la psicorígidez con la que me identifiqué por muchos años de mi vida, sin embargo, existen actividades que requieren de un paso a paso, de un procedimiento; exactamente igual que el proceso del método científico.

Una que otra persona se mofa de mí porque tengo presente la palabra «proceso» en mi vocabulario y en mi vida, y creo no estar despistado —mi realidad—. Todos somos un proceso, de hecho, venimos de un proceso. Somos lo que somos como consecuencia de un proceso, bueno o desfavorable, pero así es.

Ahora, profesiones como la arquitectura y la medicina —por nombrar solo dos—, sí o sí requieren de un tecnicismo, requieren de un proceso, de un paso a paso, de una metodología. Cuando algunos «genios» se las han querido dar de innovadores han caído en tremendas debacles por su facilismo el cual es el resultado de su completo desconocimiento.

Efectivamente así sucedió con estos personajes; crearon un grupo en WhatsApp y le pusieron de título «COMITÉ TÉCNICO DE FACHADAS» —para darse un poquito de caché—. Finalmente esto resultó ser un circo completo en donde todos hablábamos de nuestro conocimiento respaldada por su respectiva experiencia. No es mi propósito sacar a relucir mis dotes acá, pero cada vez que yo los escuchaba hablar y mostraban lo que pretendían hacer, pues su desconocimiento era absoluto y avasallador.

Encontrarse en el camino con personas que no son capaces de reconocer sus falencias, encontrarse con personas que no tienen la humildad y les duele levantar la mano para pedir ayuda, se torna en conversaciones que carecen de significado alguno, y casi siempre —en más de un 99%— el malo del paseo o el hijo de puta termina siendo, en este caso yo.

—Jajajajaja—.

Para no hacer más largo este cuento y evitar ponerme aburrido, terminé dando un paso al costado evitando conversaciones tensas —para ellos— que lo único contraproducente para mí era continuar desperdiciando mi valioso tiempo el cual podía dedicar en algo que manifestara un mayor provecho para mí y los míos.

La moraleja aquí es:

No desperdicies tu tiempo y tu energía con personas y momentos que no lo valen, que no lo aprecian, que no lo valoran y que no lo respetan. Dicen que sabio es aquel que escucha para aprender, mientras que el necio es aquel que oye para discutir y/o refutar sin antes escuchar.

Es por eso que el tigre fue castigado por el león —el rey de la selva—, por entablar una discusión estúpida con el burro en un tema que no lo ameritaba.

Ahora te pregunto:

¿Con qué tipo de personas estás compartiendo o desperdiciando tu tiempo y tu energía?

¿Con qué tipo de personas te estás rodeando?

¿Las personas de las que te rodeas te drenan la energía?

Piénsalo..