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¿Qué tal si miramos la viga en el ojo propio?

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  • Última modificación de la entrada:2024-09-11

Siempre me he caracterizado por ser alejado de todo y de todos.

Una vez iniciado este proceso de replanteo personal, y cada vez que me siento a analizar varios «¿por qué?», ratifico la decisión que tomé de alejarme definitivamente de ciertas personas porque ya no están al mismo nivel de vibración que yo.

Con lo anterior no quiero decir que soy mejor que ellos o ellas, eso jamás lo afirmaría, de hecho, no es así, pero tampoco soy menos que nadie; simplemente cada quien anda en un nivel de vibración diferente.

Otra de mis características del año 2018 para atrás era el mal genio tan malparido que me mandaba, eso sí, y lo reconozco, tanto así que mi libro «TÉMPERA MENTAL, de regreso a mi yo verdadero» empieza mencionándolo, reconociéndolo, aceptándolo y transmutándolo.

Algunas de las personas de las que me alejé definitivamente se caracterizan por estar hablando a las espaldas de los demás —eso siempre me emputó—. Mis hijos y yo, en la mayoría de sus comentarios denigrantes, somos el motivo de sus putas conversaciones desedificantes, porque jamás he hecho lo que me sugerían a través de una orden, y formé a mis hijos de tal manera que no sigan órdenes de nadie. Me refiero con «de nadie» a personas que no sean un modelo a seguir. Robert Kiyosaki —con quien estoy de acuerdo en su teoría— menciona que para llegar a donde queremos llegar, debemos modelar y escuchar solo a aquellos que han logrado un resultado positivo en su vida y que ya se encuentran en el lugar en donde queremos estar; los demás solo hablan babosadas desde sus inseguridades y miedos.

Entonces, ¿por qué debo escucharlos? Desafortunadamente la mayoría de las personas creen que tienen el derecho a opinar y a «aconsejar». ¿Qué han logrado en su vida que sea representativo o significativo al menos en su vida personal?

Siempre, siempre, siempre he ido en contra de la corriente y, específicamente, en contra de los falsos ideales de aquellas personas. Mis hijos, afortunadamente, me han copiado en ese sentido.

Por lo anterior, siempre he sido el hijo de puta del paseo y mis hijos de igual manera, aunque los peores comentarios siempre me los llevo yo por ser una mala influencia para ellos —según tales fulanos—. Además, aseveran que solo les enseño porquerías a mis hijos.

—Jajajajaja—.

Admito que en aquellos tiempos fui una persona explosiva e irrespetuosa con los demás. Sin embargo, a partir del proceso de catarsis que me llevó a escribir mi libro, considero, y doy fe, de que soy otra persona. Es más, me atrevo a asegurar que mis hijos piensan lo mismo. Tengo la certeza de que cada segundo que pasa, nosotros, como seres humanos individuales, estamos cambiando constantemente. ¡CLARO! Mientras unos evolucionan, otros involucionan, pero el cambio siempre está presente.

Miremos a Paulo de Tarso, un personaje que en su vida se dedicó a perseguir a los seguidores de Jesús de Nazareth para acabar con su movimiento, y finalmente se convirtió en uno de los principales seguidores de Jesús. Cambió su forma de pensar, cambió su forma de actuar, cambió su forma de expresarse, cambió por completo su estilo de vida. Pero, ¡claro! Es Paulo de Tarso, el malparido de Federico no tiene esa oportunidad y mucho menos la facultad de hacerlo.

Acá viene una dicotomía personal que mi hija me la aclaró:

En ocasiones me molesta que aquellas personas me digan que sigo siendo el hijo de puta de siempre —o yo me lo tomé así porque llevo escuchándolo por un poco más de cuarenta y cinco años—, como sucedió hace un rato en una conversación, cuando alguien me dijo lo siguiente: «Debes buscar mejorar tu comportamiento».

—¿Cómo así? —me dije.

—Si se refiere a como soy catalogado por ustedes le invito a conocerme de nuevo, —respondí—. Es cierto que cometí errores, y muchos, pero seguir señalando por un pasado es algo que la gente jamás va a entender ni a aprender —concluí—.

[…]

Cabe anotar que acá estoy reaccionando, me explico con la siguiente frase: «los demás dicen o hacen cosas, yo veré cómo me afecta lo que dicen o hacen». Y acá efectivamente estoy permitiendo que me afecte, cosa que es un error, sin embargo, sigamos con la reflexión.

[…]

| Esta es una de las grandes dificultades en las que habita la gente: vive de recuerdos, vive en un pasado y no ha superado taras mentales. Es un impedimento a evolucionar porque no se dan la oportunidad de ver las cosas de manera diferente, no se permiten experimentar nuevas oportunidades y se quedan ahí, aletargados en un espacio y tiempo que ya ni siquiera existe |. 

Entonces escribí a mis hijos comentándoles la situación, y mi hija respondió de la siguiente manera:

—¡Ay Dios mío! Ya relájate. Si quieren creer eso, allá ellos. Tú tranqui.

—Tienes razón —respondí—. Aunque ya es harto que sigan diciendo lo mismo. —La pregunta aquí es ¿por qué me incomoda? Teóricamente, cuando te dicen algo y te molesta, es porque en parte tienen razón —argumenté—. Pienso que deberían superarlo —concluí.

Y mi hija me respondió con tremenda reflexión:

—Tal vez eres tú el que no ha superado ese tema. Tú eres diferente, acéptalo y continúa tu vida. Pero igual, es que ellos hablan de otros porque la vida de ellos no es tan interesante para hablar; la tuya sí. Así que, relájate y deja que hablen, ya no importa, porque tú mismo sabes que no es así. Entonces déjalos, ellos son los que se joden.

[…]

Creo que me dio tremendas bofetadas mi Princesa que me enrutaron por el camino que es.

—Jajajajaja—

Ahora, no sobra hacer el siguiente comentario hecho por Jesús de Nazareth:

«¿Por qué miras la paja en el ojo ajeno, pero no eres capaz de ver la viga en el propio?».

PD: Esta es una opinión muy personal, y de seguro estoy equivocado en mucho de lo que menciono en estas líneas, pero igual, es mi opinión. Estoy en un proceso, y tomo esto como parte del desarrollo que llevo a diario, a cada instante. Todas las fallas y los aciertos hacen parte de mi aprendizaje.

Gracias, gracias, gracias.
 
¿Cuàl es tu opiniòn al respecto?
 
Te leo.

Te deseo un excelente y maravilloso dìa.

Dios te bendiga.
Namastè
Más acerca de mí.

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