Desde siempre nos metieron en la cabeza esa idea de que apenas concebimos un bebé ese título de padre o madre es sinónimo de autoridad.
Automáticamente nos convertimos en los guías de alguien que en teoría no tiene ni idea de qué es lo que quiere y para dónde va.
¡Qué mentira tan grande!
Y lo peor: hay quien la repite con orgullo, como si fuera verdad.
Para mí, no lo es.
Muchos se agarran a esa filosofía barata como si fuera religión. Y no ven más allá de sus narices.
Allá ellos y sus mierdireglas.
No es mi trabajo cuestionarlas. No me interesa.
Yo estuve ahí.
Años tragándome ese cuento barato.
Ahora estoy en el otro lado.
Y sí: es válido cambiar.
Aprender. Asimilar.
Dar el giro.
Yo lo hice.
Habrá quien me puteará.
Me importa un carajo.
Ja, ja, ja, ja, ja.
Papá o mamá puede ser cualquiera.
El título se lo dan gratis, solo por el hecho de concebir.
En estos tiempos, está de moda ver «padres de familia» a los 12, 13 o 14 años de edad.
La pregunta es:
¿Están listos para serlo?
Eso no es más que un descache absurdo.
Un descache nacido del desconocimiento absoluto.
Y de la pésima guía —si es que a eso se le puede llamar guía— de unos padres irresponsables.
Asqueroso y vomitivo el «acompañamiento» que estos nuevos «niños-padres» recibieron.
De ahí vienen nuevas generaciones de padres igual o más jodidos.
Me han tíldado de imbécil por mencionar esto.
Perfecto.
Ahora, te hago una pregunta:
¿Dónde carajos estuvo la guía para estos nuevos niños-padres?
Más preguntas:
¿Cuál es la autoridad que se refleja aquí?
¿Qué ejemplo fue el que recibieron?
¿Qué mierda van a transmitir a sus hijos?
Porque ejemplos hay muchos.
Los tuyos. Los míos. Los de los vecinos. Las propias familias.
Y en todos lados, errores a granel.
Adquirir el título de «padre» o «madre» es como el de bachiller.
La diferencia es que el título de bachiller nos lo entregan en un cartón y lo mandamos enmarcar para que se vea cool en la sala. —Por acá te dejo un artículo acerca de lo que para mí es la educación [enlace]—.
Mientras que el título de padre o madre nos lo entregan en el registro civil de nacimiento y, se basa en una cultura general disfrazada de experiencia barata.
Y la mayoría ni siquiera se detiene a analizar sus errores, sus fallas, sus creencias.
Seguimos en piloto automático.
¿Ejemplo?
Sí, claro. Somos el ejemplo.
Pero… ¿Un ejemplo en qué?
¿En decirle al niño que no mienta mientras le ordenas que conteste y «diga que no estoy»?
¿En pedir respeto cuando tú mismo lo pierdes mintiendo?
¿En gritarle que no pegue cuando en casa le das clases de agresión verbal o física en vivo?
¿Eso es respeto?
¿Eso es autoridad?
No.
Eso es una farsa.
La mayoría de padres —y me incluyo— estamos hasta el cuello de cagadas propias.
Por todos lados.
Algunos dicen que no rompen un plato.
Perfectos, angelitos.
A esos, este artículo les va a doler.
Pero lo importante no es quién tiene la razón.
Aquí todos creemos tenerla.
Lo que importa es mirarse de frente, sin excusas, y reconocer los errores propios.
Yo soy el rey de las cagadas.
La cagué como hijo. La cagué como padre.
La diferencia es que ahora lo sé.
Y sí, sigo metiendo la pata.
Pero ya no me engaño.
En alguna ocasión me dijeron que soy un idiota por decir que padres e hijos pueden ser amigos.
¡Me sostengo en esta filosofía!
Pienso que es más de idiotas hablar de amistad con extraños y no entender que los padres también podemos ser amigos de nuestros hijos o, de nuestra pareja.
Aquí hay verdadera cercanía: es familia.
De hecho, poco creo en los «amigos», que los tuve, y tengo un grupo selecto de cuatro —nada más—, pero el significado de amistad es algo verdaderamente grande y muchos, no alcanzan a entenderlo.
Amistad, para mí, es cercanía, es conexión, es ser confidente, es ser familia, pero no desde la parentalidad, sino desde las entrañas, desde las vísceras, desde el alma, desde el corazón.
¿Y con quién existe esa cercanía tan intensa desde que sabemos que vamos a ser padres o madres?
Ya sabes la respuesta.
[…]
Entonces, ¿por qué no podemos ser amigos de los hijos?
[…]
Con un extraño, aunque se forjen vínculos fuertes, nunca será lo mismo.
Jamás.
Esta es mi opinión.
Putéame si quieres.
Me atrevo a decir que estoy empezando a ser amigo de mis hijos, porque nos hemos acercado un montón.
No tengo una relación perfecta con ellos, porque siempre hay una diferencia de opinión.
¿Acaso no es lo mismo con los «amigos»?
O ¿estás confundiendo amistad con alcaguetería y holgazanería?
Esta sociedad está llena de mierdireglas.
Yo ya me cansé de obedecerlas.
Y tú, ¿qué vas a hacer?
Gracias, gracias, gracias.
Te leo.
Te deseo un excelente y maravilloso día.
Namastè