Cuestionar no es rebelarse contra todo
Desde que empecé a usar la palabra «mierdireglas» en mi libro y en mis conversaciones, he notado que algunas personas la malinterpretan. Me han dicho que estoy «en contra de todo y de todos» o que mi postura es de «rebelde sin causa». Pero, ¿es realmente así?
Primero, aclaremos algo: las «mierdireglas» no son simplemente reglas, ni mucho menos normas necesarias para la convivencia. Son creencias limitantes, mandatos impuestos sin sentido crítico, ideas heredadas que nadie se detiene a cuestionar y que, en muchos casos, nos encadenan a una vida que no elegimos. No estoy en contra de la estructura o del orden, sino de las reglas absurdas que nos alejan de nuestra autenticidad.
El problema de la percepción
Cuando alguien escucha «mierdireglas», algunos asumen que estoy llamando basura a cualquier regla existente. Y aquí viene el problema de la percepción: cuestionar no es rechazar todo. Es analizar, entender y decidir qué tiene sentido para mí y qué no. Si algo me sirve, lo adopto; si no, lo suelto.
Pero, claro, vivimos en un mundo donde el cuestionamiento molesta. Nos han enseñado a aceptar lo que nos dicen sin chistar, y cuando alguien se atreve a desafiar una idea, a muchos les incomoda porque toca fibras sensibles. A veces, esas fibras están ligadas a sus propias inseguridades o al miedo de soltar aquello en lo que han creído toda su vida.
El espejo emocional
Y aquí entra el famoso «espejo emocional». Si una opinión externa me hace sentir incómodo, es porque probablemente hay algo en mí que todavía necesita claridad. Lo mismo aplica para los demás. Si a alguien le molesta que cuestione, quizás es porque en su interior también tiene dudas sobre lo que ha defendido tanto tiempo.
Así que, cuando alguien se incomoda con mi forma de expresarme, entiendo que no es sobre mí, sino sobre lo que mis palabras despiertan en ellos. Y cuando yo me incomodo por su reacción, es una señal de que debo revisar en mí por qué me afecta. No se trata de tener la razón, sino de entender las emociones que surgen en el proceso.
No «impongo», solo «expongo»
Algo que siempre he dejado claro es que no intento imponer mi forma de ver la vida a nadie. Ni siquiera a mis hijos, bueno, es mi nueva filosofía de vida a partir del año 2019. Lo que comparto es mi perspectiva, mi forma de entender el mundo. Cada quien es libre de analizar si lo que digo resuena con su experiencia o no. No busco seguidores ni fieles creyentes; busco mentes inquietas que quieran pensar por sí mismas.
Liberando la incomodidad
Después de todo esto, me doy cuenta de que la incomodidad que sentí no era porque me hayan tergiversado, sino porque, por un momento, dudé de si estaba siendo bien interpretado. Pero ahora entiendo que, al final del día, mi mensaje llegará a quienes estén listos para recibirlo y generará resistencia en quienes aún no estén preparados. Y ambas cosas están bien.
Si cuestionar molesta, es porque está removiendo algo. Y eso es precisamente lo que las mierdireglas necesitan: ser sacudidas hasta que se caigan solas.
Gracias, gracias, gracias.
Te leo.
Te deseo un excelente y maravilloso día.
Dios te bendiga.