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Las conversaciones que evitamos son las que más duelen cuando ya no hay a quién decírselas.

Esa conversación pendiente

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  • Última modificación de la entrada:12 septiembre, 2025

Todos tenemos a alguien a quien le debemos una conversación, alguien a quien evitamos.

Siempre postergamos o nos excusamos… y cuando queremos hablar, es demasiado tarde.

Llega el día en que esa persona ya no está.

Y ahí sí, el silencio nos parte en dos.

Nunca conversé con mi padre

No porque él no quisiera.
Yo no quería hacerlo.

Él siempre estuvo ahí, pendiente de mí. Me lo dio todo. De hecho, se pasó.

Él, como hijo, nunca tuvo nada.
Solo 17 hermanos y la situación económica era muy jodida.

Toda mi familia paterna viene del campo, gente trabajadora.
Mis abuelos apenas pudieron darles la primaria. Y eso, porque era gratis. Creo.

Mi padre se formó solo.

Desde muy joven salió para la ciudad de Bogotá y siempre le enviaba a mi abuela lo que podía para ayudarla.

Era un vendedor tremendo.

Su oratoria era extraordinaria, la comparo con la de Jorge Eliécer Gaitán.

[…]

Hoy me senté a revisar las imágenes del móvil. Hacía rato que no lo hacía.

Al final me encontré con una foto donde él sonreía.

Esa era su marca personal: la sonrisa.
Caso contrario a mí.

Ja, ja, ja, ja, ja.

En aquella foto tenía 78 años.

Me quedé mirándola … de repente mis ojos se nublaron y las lágrimas empezaron a caer.

Pienso que tuvimos una sana relación, a pesar de todas mis cagadas con él.

Lo extraño.

No me hace falta, porque estoy completo conmigo mismo, pero sí lo extraño.

Él fue mejor papá que yo. Y un abuelo extraordinario.

Nunca regañaba, nunca insultaba, nunca echaba en cara. Su amor era incondicional con mis hijos y conmigo.

Era él quien los recogía en el colegio cuando yo no alcanzaba.

Los tres caminaban un buen trecho, y como mis hijos eran tan pequeños se les hacía eterno ese trayecto.

Mi padre disfrutaba caminar. Prefería hacer ésto que ir en bus. Yo soy igual.

Mientras regresaban al apartamento les compraba helado Y siempre, siempre les llevaba dulces.

Nunca, jamás dió una puta orden en su vida para que los demás hicieran algo. Invitaba a colaborar, a servir.

Esa mierda de él, sí que la extraño, su forma de pedir las cosas. Es la única persona que recuerdo en mi vida que no me dio una sola orden.

¡Qué chimba de tipo!

[…]

Esa foto me produjo nostalgia porque siento que las conversaciones que él siempre buscaba conmigo eran necesarias.

Y yo las evitaba.

¿Por qué?
No tengo ni puta idea.

Hoy, me imagino sentado frente a él, escuchando sus aventuras. Tenía muchas.

También me imagino contándole las mías.

Hoy, extraño sus consejos, su forma de hablar.

Ahora veo que él era una persona sabia. Es una verdadera lástima que no me haya dado cuenta de éso en su momento.

Poco le ponía cuidado.
Y cuando lo hacía, estaba pendiente de otras cosas al mismo tiempo.

¡Qué marica fui!

Los gurús dicen que no debo autolapidarme, pero pienso que a veces sí sirve. Al menos a mí me sirve para desahogarme.

Y sí, me gusta decir groserías. Me sueltan.

[…]

Mi padre murió en abril de 2017, a seis meses de cumplir 80 años.
No alcancé a despedirme.

Recibí una llamada:

En ese momento yo me encontraba trabajando en el municipio de Mosquera en Cundinamarca. Agarré la moto y volé por las avenidas, pero cuando llegué… ya se había ido.

Ese instante me pesó como nunca.
Un arrepentimiento enorme: tantas cosas por decir, tantas historias que él quiso contarme y yo no escuché.

«Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde».

Soy el campeón de las cagadas: la cagué como hijo y también con mis hijos.

¿Suena victimista? No me importa.
Este blog es para esto: para expresarme, soltar, liberar.
Este blog es mi casa y en mi casa digo lo que se me da la gana.

Si incomoda, lo siento. Cierra la página.

O, desahógate también aquí, si lo quieres hacer. Lo que yo comparto es para tocar fibras y que sirva para soltar (abajo, al final de esta página, tienes el espacio para desahogarte).

En este momento, escribo con rabia, con dolor, con nostalgia, con ese deseo de regresar el tiempo.

[…]

En mi vida solo una vez les dije a mis padres: «los quiero».

¡Una sola vez!

¡Qué idiota!

Ellos me lo dijeron varias veces, aunque no era una rutina. 

Lo intuía por todo lo que hacían por y para mí.

¡Claro! A ellos tampoco los criaron con palabras tiernas sino con el cable de la plancha.

Ahora entiendo. Tuvieron que hacerse adultos desde muy pequeños, asumir lo que no les correspondía.

Yo salí poco expresivo.
Salvo con mis hijos y mis animales.

Con el resto, no. Y cuando lo era me cabroneaban o me mandaban pa´ la mierda.

Ja, ja, ja, ja, ja.

[…]

En estos últimos siete años he ido derribando esa muralla que levanté a mi alrededor.

Durante décadas, las personas me percibían como alguien frío, calculador y sin sentimientos. Como alguien que era capaz de echar un madrazo de forma muy diplomática y sarcástica.

Fui impenetrable.

Mi cara de puño ayudaba bastante.

Ja, ja, ja, ja, ja.

Mis padres eran todo lo contrario.

Mi padre, querido por todo el mundo.

Lo comrroboré una vez más en sus exequias.
Aquello era un río de gente. La sala de velación estaba reventada

Literal, fue una procesión.

Yo, en cambio, estaba en mi mundo. Callado. Ni una lágrima.
Por dentro, me rompía.

Quería llorar, pero no podía.

Hoy, mientras escribo esto, lloro.

Ese día solo logré soltarme cuando el féretro iba de salida para la iglesia.
Ahí no aguanté más.
Y lloré.

[…]

He pasado dificultades, muchas.

No tengo a alguien en quien apoyarme, sólo yo con yo. Mi mamá está ahí, pero no es lo mismo que mi padre.

Yo no hablé con él.
¿Tú ya hablaste con el tuyo?

Porque siempre hay alguien que quiere estar contigo, escucharte, darte su tiempo sin pedir nada a cambio.
Y muchas veces lo dejamos esperando por pura soberbia, orgullo o estupidez.

Hasta que un día ya no está.

No te digo que lo hagas por lo que escribo aquí.
Hazlo por ti.

Porque el silencio pesa más cuando ya no hay con quién romperlo.

Y créeme: siempre llega ese momento en que deseas con ansias regresar el tiempo, hacer lo que no hiciste, decir lo que no dijiste…

y sentarte a conversar con esa persona por primera vez en tu vida.

Soy padre de dos seres humanos maravillosos y, mientras escribo esto, siento en carne propia ese dolor visceral que mi padre experimentó cuando me buscaba y yo no estaba.

Hoy lo entiendo.

«Yo ya no busco a mis hijos porque están en su propio planeta y, en algunos países de su mundo no tengo entrada.

Respeto su espacio. Y si me necesitan, saben dónde encontrarme, de hecho, siempre lo hacen, y ahí siempre me encuentran con las puertas, el amor y la disposición abiertas para ellos».

Estos dos párrafos son el fragmento de un artículo en donde hablo de cómo en mi rol de padre empiezo a deja de ser relevante para mis hijos (acá te dejo el enlace).

Yo vengo buscando a mi padre desde hace ocho años, pero él ya no está.

Y eso duele.
Duele más que cualquier otra cosa.

Así que te lo pregunto sin rodeos:

¿Ya hablaste con tu padre o con esa persona que has hecho a un lado?
¿O vas a esperar a llorar cuando sea tarde?

Gracias, gracias, gracias.

Te leo.

Te deseo un excelente y maravilloso día.

Que la fuerza que sostiene el universo te abrace, te guíe y te abra todos los caminos.

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