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Una charla entre padre e hijo que encierra más que palabras: coraje, valores y aprendizajes.

Mi hijo hoy me dijo: «TIENES HUEVO»

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  • Última modificación de la entrada:23 agosto, 2025

¿Tu hija o tu hijo te ha dicho algo que te dejó sin palabras?

Esa frase que te quema por dentro y te sientes fuera de lugar.

Que tu hijo te diga algo que te sacude hasta el alma y que tu primer impulso sea pensar: «¡me está faltando al respeto!».

A mí me pasó.

Mi hijo me dijo: «Tienes huevo».

Antes le habría dado una cachetada.

Hoy, entendí que ese espejo dolía porque me mostraba algo que no quería ver de mí mismo.

[…]

¿Alguna vez tu hijo o tu hija te ha dicho algo que te dolió en el alma… y lo primero que pensaste fue: «me está faltando al respeto»?

Pues a mi me ha pasado varias veces.

Por ejemplo:

Mi hijo hoy me dijo: «TIENES HUEVO».
Antes le habría dado una cachetada.
Hoy, me quedé callado.

Para muchos, eso es una de las mayores «faltas de respeto» de un hijo hacia un padre.
Para mí, ya no. Yo ya no lo veo así.

Esa frase «falta de respeto» es otro cliché barato.
Un modismo repetido hasta el cansancio.

Una vez me mamé de escuchar a alguien repetir sin para esa frase hasta que le pregunté:
—¿Para ti qué es respeto?
—Respeto es respetar… es saber decir las cosas.

No tenía ni puta idea de lo que estaba diciendo.
La gran mayoría tampoco.

Como cuento en mi libro (link), mi transformación empezó por una situación con mis hijos, especialmente con el mayor.

No he sido el mejor padre, tampoco el peor.
He fallado un montón, incluso estando «presente»… bueno, presente-ausente.

Antes del 12 de diciembre de 2018, esa frase habría sido motivo de dos bofetadas.
A mí también me las dieron muchas veces por decir algo supuestamente «ofensivo».

Para algunos, pasé de un extremo al otro. Ahora soy una «hueva».

Pero sé de dónde viene: de todas esas heridas sin sanar, de lo que nunca se nos permitió decir como niños… o incluso como adultos.
Por eso, yo escribo para desahogarme. Porque el único imperfecto, de seguro, soy yo.

En estos últimos siete años he aprendido a conocerme, a entender a mis hijos y a mis padres.
Tú no, claro. Tú siempre los entendiste. Eres perfecto o perfecta. Yo, soy el imperfecto.

[…]

Gran parte de mi vida estuvo marcada por miedos, rabias, traumas y silencios impuestos en nombre del «respeto».

¿Respeto?

El título de padre o madre no te lo ganas simplemente por procrear, por concebir.

Eso solo te da un adjetivo, no la autoridad moral, ética, emocional y humana para mandar sobre otro ser humano —esta es mi opinión—.

Nos criaron con la idea de que respeto = obediencia ciega y silencio.
¿Y esto cuántas veces te hizo callarte?
¿Cuántas veces te llevó a llorar al baño?
¿A sentir que tu opinión no importa?

Yo he decidido escuchar más a mis hijos.
Darles la confianza para que se expresen como les dé la gana.
A veces, cuando alguien nos escucha conversar, dice que ese ambiente es «extraño».

Cuando un hijo dice «tienes huevo», lo que hace es ponerte un espejo:

«lo que hiciste no me pareció justo | no lo entiendo | me dolió | no estoy de acuerdo».
Y ese espejo incomoda porque toca fibras de culpa, de incoherencia e inseguridad. Es un desarme absoluto.

Golpes, gritos o castigos no son por la frase en sí, sino porque el padre o la madre siente que pierde poder.
Que le están «irrespetando».
Que su autoridad se tambalea.

¿Cuál autoridad?

Pero detrás de ese «tienes huevo» hay un hijo o una hija que se atreve a hablar, en vez de tragarse todo y desconectarse de sus padres.

[…]

Si en vez de cachetada hubiera curiosidad —«¿qué quieres decir con eso?»—, ese momento sería oro para la relación.

Detrás de esa frase puede haber decepción, rabia, miedo o tristeza.

[…]

¿Y si lo que me dijo mi hijo/a es cierto?

¿Pega? Sí.
Pero hoy me pega menos, porque he aprendido a ver a mis hijos desde otro lugar.
A mostrarles mi vulnerabilidad para que ellos puedan ser ellos.

No tengo una relación perfecta con mis hijos.
De hecho, me atrevo a decir que no existen relaciones perfectas.
Si existiesen no habría autenticidad, conflicto ni aprendizaje.

De hecho, el perfeccionismo no existe —para mí—.

Lo verdaderamente importante no es que un hijo diga «tienes huevo».
Lo trascendental es que un padre o una madre no pueda escuchar el mensaje detrás…
porque su ego de mierda se lo impide.

A veces, la irreverencia no es falta de respeto.
Es un grito desesperado de conexión.

Si no aguantas que tu hijo/a te diga «TIENES HUEVO», no es porque él o ella no te respete… es porque todavía no te atreves a mirarte al espejo.

Date la oportunidad —y dale la oportunidad— de conocerte y de conocerle.

[…]

Si estas palabras resonaron en ti, te invito a leer mi libro Témpera Mental, donde profundizo en todo esto y en cómo transformé mi relación con mis hijos y conmigo mismo.

Conócelo aquí.

Gracias, gracias, gracias.

Te leo.

Te deseo un excelente y maravilloso día.

Que la fuerza que sostiene el universo te abrace, te guíe y te abra todos los caminos.

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