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El temor masculino a la disfunción eréctil y su impacto en la intimidad.

¿Y si no se me para?

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  • Última modificación de la entrada:23 agosto, 2025

¿Te ha pasado que justo cuando estás a punto de coronar… tu pito ni se inmuta?

Ni un saludo militar, ni un gesto, nada.

[…]

Muchos de mis amigos, en mis viejas épocas, se jactaban de cuántas mujeres se tiraban y cómo lo hacían.
Detallaban frases, gestos, hasta se burlaban de los cuerpos, señalando lo que llamaban «defectos».

Yo nunca entré en ese jueguito.
Si tenía que hablar de sexo, lo hacía con la mujer que estaba conmigo.
Me parecía de quinta andar ventilando la intimidad de ella con otros.

La mayoría de hombres presumen de su virilidad:
que si la tienen grande, que si duran horas, que si su compañera gritaba como loca…

¿Pero cuando no se les para?
De eso no dicen ni mierda.

Ja, ja, ja, ja, ja.

Y créeme, pasa más de lo que parece.
A mí me pasó varias veces.

¿Me daba vergüenza? Sí.
¿Me hicieron burlas? También.

Pero ahí entendí algo: la verdadera virilidad —para mí— no está en ser el semental de la cama, sino en aceptar que a veces el arma no dispara.

El problema es que vivimos en un circo donde el hombre que no es una «máquina sexual» queda como el peor de los chistes.
Y eso tumba la autoestima a cualquiera.

Porque imagina la escena: estás con alguien, todo en éxtasis, la piel erizada, la respiración al rojo vivo… y tu pito como si nada.
Te vas al baño, lo agarras, lo sacudes, lo pellizcas, lo estiras, le hablas bonito… y nada.
Ese malparido no se mueve ni con una grúa.

Ahí no sabes si reírte o pedirle perdón a la humanidad.
Casi siempre, se llora en silencio y escondido.

Y sí, para un hombre eso es lo más denigrante que existe.
Pero también lo más humano.

Lo confieso:
En algunas de esas ocasiones, con un monustrico ahí, listo, esperándome en la cama, me dieron ganas hasta de entablillar a mi amigo.

Ja, ja, ja, ja, ja.

[…]

¿Y si dejamos de ver la virilidad y la sexualidad como si fueran una máquina, y empezamos a verla desde la conexión real?

La mayoría de veces, la disfunción eréctil no tiene que ver con la virilidad o con la incapacidad.
Tiene que ver con la autoestima. Con la mentalidad.

Siempre, siempre, siempre, la «solución médica» es la famosa píldora azul. Un placebo que nos hace creer que la respuesta está afuera, cuando en realidad depende de lo que tenemos dentro de la cabeza —la de arriba, donde está nuestro cerebro—.
Aunque claro, la parte del género femenino también podría ayudar bastante sí, y sólo sí, empieza a observar desde una perspectiva completamente diferente.

Y tú… mi querido lector semental ¿te ha fallado el pito o todavía vas a seguir diciendo que eres un toro indomable? 

Y tú Diosa Faraona, ¿qué haces cuando el pito decide tomarse la noche libre: lo entiendes o lo conviertes en motivo de burla?

[…]

De esto hablo en mi segundo libro.
Porque no va solo de sexo: va de autoestima, de creencias, de cómo nos castigamos por no cumplir expectativas absurdas.

Mientras tanto, si quieres empezar a sacudirte tus propios fantasmas, te invito a leer TÉMPERA MENTAL: de regreso a mi yo verdadero (consíguelo aquí), donde desnudo varias de las creencias limitantes que me llevaron al caos en todos los aspectos de mi vida.

Gracias, gracias, gracias.

Te leo.

Te deseo un excelente y maravilloso día.

Que la fuerza que sostiene el universo te abrace, te guíe y te abra todos los caminos.

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