La violencia de género es una de las violaciones más graves a los derechos humanos y afecta a millones de personas en todo el mundo, sin importar su origen, clase social o educación. Se manifiesta de diversas formas, desde el abuso físico y psicológico hasta el acoso sexual, y puede ocurrir en diferentes contextos: en el hogar, en el trabajo o en la calle.
Este tipo de violencia está enraizada en las desigualdades de poder entre hombres y mujeres, perpetuando estereotipos de género que limitan las oportunidades y los derechos de las mujeres. Y no solo afecta a las víctimas directas, sino que también impacta a la sociedad entera, generando una cultura de miedo, silencio y complicidad.
Combatir la violencia de género es un esfuerzo colectivo. Es fundamental educar a las nuevas generaciones en igualdad, fomentar el respeto mutuo y tumbar los prejuicios que justifican la violencia. También necesitamos leyes más fuertes, apoyo real a las víctimas y crear espacios donde puedan denunciar sin temor a represalias.
Ante el comentario del párrafo anterior, lo básico y más importante e imperativo es: EDUCARNOS A NOSOTROS MISMOS PRIMERO, porque ¿qué ejemplo o qué modelo vamos a dar a las nuevas generaciones, si ésta está corrupta hasta el tope?
Hoy este tema me duele más que nunca porque la violencia de género tocó a mi hija. Lamentablemente, la mayoría venimos de familias disfuncionales —y la mía no es la excepción—, lo que tiende a repetirse generación tras generación. Son patrones de comportamiento marcados en nuestro ADN.
A esto se suma el hecho de que, como sociedad, ya estamos acostumbrados a ver este tipo de comportamientos como normales. Es casi «natural» ver agresiones físicas entre hombres y mujeres. ¡Ya es el pan de cada día! Pero ahí vienen las excusas, ya sea de forma consciente o inconsciente: esas justificaciones que permiten y perpetúan este pésimo comportamiento.
Como lo he comentado antes, hasta ahora logro apoyar mis pies en el piso de un estanque profundo en el que me sumergí económicamente, para apoyarme y lograr salir a flote —éste es un mundo que inconscientemente yo mismo he creado—. Por esto, mis hijos han tenido que lidiar con situaciones complejas, algo que yo veo como parte de su crecimiento personal. Esta teoría solo la entiendo yo y unos cuantos más, lo sé.
Mi hija, quien es una guerrera, ama tener sus propios ingresos. Siempre le inculqué el ¡JAMÁS! estirar la mano a nadie, salvo si un caballero le ofrece apoyo para bajarse de un coche, y para nada más.
Hace poco, mi hija creó una sociedad con su pareja —cuando aún lo eran—, de ésto escribí en mi anterior post. Ella puso el cerebro y la máquina de trabajo, además de sus ahorros. Él, por su parte, se apalancó en un familiar para hacer la mayor inversión. Ésto, al parecer, le dio una sensación de poder sobre mi hija, o al menos eso pensó. Ese falso dominio lo llevó a tomarse atribuciones que nunca debió tener, ni siquiera pensar. Ya le había advertido a mi hija que esa relación no me gustaba, que ese man no le convenía. Tiene heridas por sanar y, en algún momento, explotaría en su contra.
¡Y dicho y hecho!
Ayer, mi hija me llamó llorando, pidiendo ayuda porque este tipo le estaba quitando la mercancía y poniéndose guache con ella. Ahí salió mi Capitán América interno, y raudo fui a ayudarla. Cuando llegué, él ya no estaba, pero él sí se encontró con la mamá de mi hija, quien me dijo que aquel man estaba bastante nervioso y asustado. Para resumir: tuvo el descaro de meterle un puño en la cara a mi hija, y ella respondió sacándolo a empujones del conjunto donde vive con la mamá. Mi hija no es perfecta; tiene sus defectos como todos, pero nadie tiene derecho a golpear a otra persona solo porque está emputado.
También me enteré de que no era la primera vez que había agresiones entre ellos. De hecho, una vez mi hija lo botó al piso en defensa propia. Sí, lo que hizo estuvo mal, pero fue en respuesta a una agresión. Se equivocó en dejar que las cosas avanzaran tanto, en no poner un «¡tatequieto!» antes. Se equivocó en no pedirme ayuda antes. Ella siempre ha querido ser independiente y no permitió mi intervención ante situaciones en las que fue agredida psicológicamente y emocionalmente por sus anteriores jefes. Ésto dio a entender y a pensar que ella estaba sola.
Para terminar la historia, la madrastra de este personaje le envió un mensaje de voz a mi hija amenazándola si yo hacía algo en contra del muchacho; como quien dice: «ahora mi hija salió a deberles». Yo simplemente llamé al personaje, y como no me respondió, le envié un mensaje de audio invitándolo a conversar porque quiero escuchar su versión. También le envié un mensaje a su mamá pidiéndole el favor de mantener a ese man lejos de mi hija. Admito que, ante la amenaza, fui «tantico» grosero —jajajajaja—.
¿Por qué tenemos que llegar a estos extremos de violencia física mutua?
¿Qué tenemos que hacer para empezar a valorarnos, respetarnos y querernos como personas valiosas dentro de una sociedad?
¿Por qué carajo la violencia física es el único recurso que parece «solucionar» un problema?
¿Hasta cuándo las mujeres van a seguir permitiendo este puto maltrato?
Mi hija reaccionó «a tiempo» luego de varias agresiones físicas, emocionales y psicológicas, pero pudo haberse evitado varios momentos denigrantes como éstos.
No culpo del todo a este muchacho, porque está mal orientado, mal asesorado. Nunca recibió guía de nadie, y de hecho, fue golpeado muchas veces por uno de sus padres. Pero sí lo hago responsable de sus actos. No puedes actuar con alguien de la misma forma en que actuaron contigo cuando eras niño.
Alguien dijo: «No eres responsable de haber nacido pobre, pero sí lo eres si mueres en la misma situación». Lo mismo aplica aquí. Cada persona tiene el poder de cambiar su historia.
No basta con no ser violento; es nuestra responsabilidad hablar, denunciar y apoyar a quienes sufren. Solo a través del compromiso y la acción conjunta podremos erradicar la violencia de género y construir una sociedad más justa y equitativa.
Espero que esta reflexión te haya aportado algo para tu vida.
Gracias, gracias, gracias.
¿Cuàl es tu opiniòn al respecto?
Te leo.
Te deseo un excelente y maravilloso dìa.
Dios te bendiga.