La mayoría de las conversaciones no son diálogos.
Son dos monólogos cruzados.
Uno espera a que el otro calle para poder hablar.
Y cuando el otro por fin calla… parecemos cotorras.
Solo disparamos lo primero que se nos ocurre.
¿Sabemos preguntar?
¿Hacemos preguntas para impresionar?
¿Para entender?
¿Para pensar?
¿O solo para llenar el silencio?
¿Para parecer objetivos?
La mayoría de las veces preguntamos por salir del paso.
Por el afán.
Por devolver la pelota rápido cuando nos vemos cuestionados.
A veces hacemos preguntas por pura inseguridad, es decir, cuando somos sorprendidos y no tenemos ni idea de qué decir.
Y eso siempre pasa porque no estamos en modo escucha, no tenemos ni idea de lo que está diciendo nuestro interlocutor.
Y claro, eso se nota.
Porque no sabemos o, mejor, no tenemos ni la más mínima intención de oír.
Solo esperamos el turno para hablar.
[…]
¿Cómo va tu vida hoy?
¿Te desubiqué de la lectura? o ¿Ni te diste por enterado/a de lo que acabo de preguntarte?
Si aprendiéramos a escuchar, si aprendiéramos a estar atentos, haríamos preguntas que abren, que destraban, que ayudan a entender lo que el otro ni siquiera sabe decir.
Pero no.
Nos fascina asumir el papel de sabios.
De «aconsejadores».
De los chachos del paseo.
Jugamos a arreglarle la vida a los demás mientras la nuestra se tambalea.
[…]
¿Estás leyendo o estás pensando en otra cosa?
Nos cuesta quedarnos callados.
Nos cuesta poner atención.
Preferimos dar recetas, frases, soluciones rápidas.
Y sin embargo, la mayoría de las veces, quien te pide un consejo no busca que le resuelvas nada.
Solo quiere ser escuchado.
¡Nada más!
Pero no lo sabe.
Y termina creyendo que el otro tiene las respuestas que él mismo o ella misma no se atreve a buscar.
[…]
¿Recuerdas a alguien que se haya acercado a ti para ser escuchado y se fue peor de como llegó?
A veces no se trata de hablar.
Solo de estar.
De escuchar sin pensar en qué vas a responder.
Escuchar cabrea.
Porque te obliga a dejar el ego quieto.
Pero es lo único que de verdad sirve.
¡Nada más!
Saber escuchar.
¿Qué pregunta tienes para hacerte hoy que te obligue a dar una respuesta que sea cuestionada con otra pregunta?
¿Ya encontraste la respuesta a eso que pensabas mientras me leías?
Gracias, gracias, gracias.
Te leo.
Te deseo un excelente y maravilloso día.
Namastè