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No se trata de quién da o no la talla. Se trata de un crecimiento mutuo.

¿Y este man si me da la talla?

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  • Última modificación de la entrada:23 agosto, 2025

Quieres a alguien que no te falle, que te valore y que esté a tu altura.

Perfecto.

Pero antes de pedirlo, pregúntate algo incómodo:

¿tú le abrirías la puerta a alguien como tú?

Si la respuesta duele, ahí empieza el verdadero trabajo.

No es solo si él o ella da la talla… es si tú también la das.

Un comentario muy popular —y valedero— que he escuchado con frecuencia es este:
«Yo soy una mujer que vale».

Y me quito el sombrero frente a muchas de ellas. Realmente, son de admirar.
Mujeres que han aprendido a ponerse de pie cuando nadie más lo hizo por ellas.

Que han enfrentado la vida con coraje, que han criado hijos prácticamente solas.
Que han sostenido hogares enteros sin quejarse… o quejándose, pero igual lo hicieron.

Mujeres que han tenido que reconstruirse desde el dolor, desde la traición o desde el abandono.
Que han tenido que aprender a no necesitar, para poder elegir.

Y sí, por supuesto que tienen todo el derecho a aspirar a una relación donde no se sientan rebajadas, ni disminuidas, ni arrastradas. Todo el derecho a esperar un compañero que sume, que esté a su altura o más arriba…
Porque aceptar menos sería dar un paso atrás.
Y ellas ya han dado demasiados hacia adelante como para permitirse eso.

[…]

Existe otra frase que también es muy cierta:
«Eres el resultado de las personas de las que te rodeas».
¡Qué frase más acertada!

Al final, todos somos el resultado de las decisiones que tomamos y, escoger un compañero de vida es una decisión trascendental.
Porque dependiendo de su mentalidad, sus valores, sus principios y sus heridas —o espejos—, esa compañía o nos estanca… o nos impulsa. —Lamentablemente, son muy pocos los casos en los que realmente se observan conscientemente estas cualidades o defectos—.

Y más todavía: dependiendo de cuánto se valore a sí mismo/a esa persona, eso se verá reflejado en cómo nos trata.

Mi papá tenía una frase que cada vez valoro más, especialmente desde 2018, cuando tomé la decisión de continuar mi camino solo:

«Mijo, antes de comprometerse en una relación seria, averigüe la hoja de vida familiar de esa persona».

¡Sabiduría pura!

Pero claro, cuando uno está en esa etapa de idiotez mental o de encacorramiento —como hablo en este artículo de mi blog— no se ve un carajo, uno se deja llevar por emociones mal observadas, mal vistas y mal sentidas.
Después viene la etapa de estar cogiendo todo el tiempo… y, en ese éxtasis tan malparido, nos cegamos aún más.
Y ahí es donde se toman las peores decisiones.
Las que después traen conflictos personales, resentimientos y reproches disfrazados. Y claro, como no somos capaces de observarnos, el hijueputa siempre es el otro.

Luego viene la decisión más dura: la separación o el divorcio.
Es ahí cuando muchas mujeres —no todas, pero sí las que se lo permiten— se empoderan, se paran frente al espejo, se cuestionan, se limpian las lágrimas y se preparan para un nuevo nivel.

Uno donde, a título personal, siempre debieron estar.

A los hombres… esa etapa nos cuesta mucho más.

Muy pocos —ahora me incluyo— logramos cruzar ese puente lleno de mierda, miedos e incertidumbre.

Esa línea la resumo así: comedero de mierda.
Y aunque pocos lo aceptan, ese comedero de mierda es el verdadero filtro, el que nos vuelve más selectivos, más finos, más claros.

Hablo tanto de hombres como de mujeres.

No todos estamos listos para medirnos con una mujer empoderada.
No todos tenemos los cojones de compartir vida con alguien que se basta sola.
A la mayoría de hombres nos da culillo…

Yo era uno de esos. Este proceso de reseteo me ha permitido verme realmente al espejo.
¿Que aún me falta? ¡Cierto!
Pero tengo la certeza de no estar por debajo de nadie… y mucho menos por encima de otros.

Y claro, cuando alguien no está listo, lo más fácil es burlarse, juzgar y señalar. 

Aquellas o aquellos que solo hablan, lo hacen desde su propia inseguridad, deseando —muy en el fondo— pensar igual. Pero no pueden. Porque siguen estancadas/os en sus mismos círculos viciosos, sin crecer ni evolucionar.

Por todo esto, es de admirar —y de quitarse el sombrero— ante una mujer que elige ser selectiva, exclusiva, única y empoderada.

Son pocas… pero podrían ser muchas más.
(No lo son por razones que no vale la pena tratar en este post).

Y sí, está perfecto que una mujer no se meta con cualquiera.
Eso es honrarse.

Y así como hay mujeres exclusivas, también hay un grupo de hombres exclusivos.
En menor cantidad… pero los hay.

Pienso que ya hago parte de ese grupo.
Aunque —lo reconozco— aún me faltan temas por trabajar para llegar al nivel en el que quiero estar.

Estamos tan saturados de relaciones vacías, heridas mal cerradas, decepciones propias y ajenas, que nos blindamos; construimos un búnker emocional, y éso, en parte, está bien… pero también puede pasarse de rosca.

Y aquí es donde vale la pena girar el espejo. No para cuestionar lo que vales como mujer —eso ya está claro—, o como hombre… sino para hacernos, tú y yo, las siguientes preguntas:

  • ¿Qué tipo de hombre o mujer puede realmente caminar al lado de alguien como tú… o como yo?
  • ¿Estamos dispuestos —tú o yo— a abrirle la puerta a alguien imperfecto/a, pero dispuesto/a?
  • ¿A alguien que quizás no ha vivido nuestras mismas batallas, pero está librando las suyas?
  • ¿A alguien que no viene a rescatarnos ni a herirnos, sino a caminar a nuestro lado?

Porque el problema no es querer a alguien «a mi nivel». El tema es preguntarme con honestidad:

  • ¿Qué significa hoy, para mí, estar al mismo nivel?
  • ¿Es solo económico?
  • ¿Emocional?
  • ¿Espiritual?
  • ¿Sigo midiendo con la misma regla… aunque ya no me represente?

Porque a veces, sin darnos cuenta, ese «yo valgo» se convierte en un filtro tan rígido, que dejamos afuera incluso a quienes podrían construir algo bonito con nosotros —aunque ésto, claro, sigue siendo una lotería: porque muchos y muchas aún llevan máscaras que no han sacado a la luz—.
No porque no valgan… sino porque no encajan en una talla que quizás ya nos quedó pequeña.

Así que la pregunta no es solo si él o ella da la talla. La pregunta también es:

¿Yo revisé bien qué talla estoy buscando hoy?

Y una aún más poderosa:

¿Tú le abrirías la puerta a alguien como tú?

Es decir…

¿Estás trabajando para convertirte en esa persona con la que tú saldrías?

Yo, por ahora, me estoy afinando para convertirme en esa persona con quien me gustaría compartir mi vida.

Gracias, gracias, gracias.

Te leo.

Te deseo un excelente y maravilloso día.

Que la fuerza que sostiene el universo te abrace, te guíe y te abra todos los caminos.

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