La Navidad que aún me visita
Esta es una época muy especial, bueno, para algunos.
¿Cuál es la época especial para ti?
Para mí lo era o…
¿Aún sigue siéndolo?
Tal vez.
Me gusta el ambiente navideño que se respira en algunos lugares.
La música navideña.
Me encanta escuchar …
Mi burrito Sabanero.
Yo la cantaba todo el tiempo.
De hecho, aún la tarareo.
Te pregunto:
¿Cuál es tu canción navideña favorita?
[…]
La Navidad me trae bonitos recuerdos.
Amistades de niñez y de juventud.
Las novenas de aguinaldos.
La comida deliciosa en esas novenas.
Lo confieso:
A mí y a mis amigos nos gustaban las novenas más por lo que comíamos, esos manjares en todas las casas a las que íbamos a «rezar».
Ja, ja, ja, ja, ja.
¿A ti no? ¡Confiésalo!
Por esa época, mis amigos y yo nos dedicábamos a decorar la cuadra.
Pero ésto te lo cuento completo en mi libro [acá te dejo el enlace].
[…]
Me gusta la Navidad por el ambiente que se respira:
la familia, los amigos, la fraternidad, la camaradería.
Los bailes, los abrazos, los recuerdos.
Aunque no por lo que dicen celebrar.
Pero ése no es tema de este artículo.
Ja, ja, ja, ja, ja.
[…]
¿Qué extraño un montón?
La Natilla.
Mmmmmmm…
¡Qué delicia!
Es divertido ver esos almacenes abarrotados de personas, o mejor, de grupos familiares haciendo las compras para el 24.
Éso, es una putería.
¿No?
Extraño esas conversaciones con mis amigos hasta varias horas pasada la medianoche.
Extraño ver el árbol de Navidad lleno de regalos y la emoción de abrirlos.
Y tú…
¿Qué es lo que más extrañas de aquellos años?
[…]
Con mis hijos fue muy parecido.
Intenté seguir la tradición.
Sin embargo, los tiempos modernos son otra cosa.
Están invadidos de tecnología y la gente pegada a esos aparatos tomándose selfies.
Aunque éstos tienen una ventaja enorme, algo que no era posible en mi época de juventud:
estar cerca de personas que físicamente se encuentran en otros lugares.
Hace muchos años dejé de celebrarla.
Aún no entiendo el porqué.
Tampoco recuerdo desde cuándo dejé de hacerlo.
No recuerdo la causa por la que me fui alejando de esas celebraciones.
Tal vez todas las situaciones adversas… que muchas de éstas se daban precisamente por esta época.
Acá en mi país, el ambiente navideño empieza desde el mes de septiembre.
Obviamente es por el tema comercial.
Diciembre, para mí, es una época de mucha nostalgia.
De muchos recuerdos.
De nudos en la garganta.
Porque quiero celebrarla, pero ya no tengo con quién.
Mis amigos de barrio de esa época…
No tengo ni idea de dónde están.
Eso es lo que más extraño de aquellos años: la gente, mis amigos, las aventuras, las actividades que realizábamos.
No he vuelto a encontrarme con personas así.
¿Qué tal tú? ¿Recuerdas a alguien de esa época?
[…]
En la época actual…
Mis hijos ya no están presentes.
Y es a quienes más extraño.
Extraño sus abrazos, sus sonrisas, sus ojitos llenos de felicidad al ver el árbol lleno de regalos.
Extraño su…
¡Gracias papi!
Han crecido.
Ya son adultos responsables —a ellos les causa gracia esta frase mía—.
Cada uno está en su rollo: sus amigos, sus nuevas familias que han encontrado por el camino. Sus gustos, sus sueños.
Prefiero que estén así, con sus nuevas personas cercanas.
La verdad, a mí la compañía de personas que no sean mis hijos me incomoda un poco.
No porque me desagraden, no.
Sino porque soy cero amigo de las reuniones sociales, soy cero amigo de conversaciones vacías.
No quiero que mis hijos se sientan incómodos.
Solo espero con ansias su llamada que no falta a la media noche.
No te alcanzas a imaginar la emoción tan grande que siento al escuchar su voz por el teléfono cuando aún me dicen:
«¡Feliz Navidad, Papi!»
Éso hace que mi corazón se acelere a punto de salirse de su lugar.
[…]
La Navidad es especial por el acercamiento, porque desafortunadamente y afortunadamente, es de las pocas fechas en que las familias se acuerdan de estar juntas, de celebrar, de abrazarse, de llorar, de decirse palabras bonitas y prometer cosas que casi nunca se cumplen.
Ja, ja, ja, ja, ja.
Eso no importa.
Lo que importa es volver a estar juntos.
De seguro, en algún momento volveré a encender las luces del árbol.
Y tendré una cena navideña junto a mis hijos y sus nuevos seres cercanos.
Disfrutaremos de un delicioso plato preparado por mí —aunque odio cocinar—.
Pero la ocasión amerita hacerlo.
Son mis hijos.
Los únicos seres que en verdad amo con toda mi alma y, desde lo más profundo de mi ser.
Por ahora, me basta con recordar que alguna vez…
la Navidad también fue mía.
[…]
Mi querido lector, mi querida lectora…
Gracias por llegar hasta aquí leyendo esto que escribí de desocupado.
Ja, ja, ja, ja, ja.
No olvides que la familia, la familia de verdad, la tienes a solo un instante de ajustar tu mirada.
Por acá te dejo un artículo de lo que para mí es la familia [enlace].
Porque a veces, mientras uno se lamenta por lo que ya no está, hay alguien ahí, respirando cerca, esperando un abrazo tuyo.
Un hijo, una pareja, un amigo, o incluso tú mismo.
Sí, tú, que llevas años posponiéndote.
La Navidad no está en el árbol, ni en las luces, ni en la puta lista de regalos.
Está en esa llamada que no haces.
En ese mensaje que borras.
En ese abrazo que te tragas porque «ya no es lo mismo».
Pues sí, ya no es lo mismo, y precisamente por eso hay que hacerlo.
Porque mañana puede ser tarde, y lo único que realmente jode es lo que uno no se atrevió a decir a tiempo.
Así que, si me lees y te tiembla el alma un poquito, haz algo con eso.
Levántate.
Camina hacia quien amas, o al menos, mándale un audio con la voz temblando.
Dile que la quieres.
Dile que lo extrañas.
Dile que esta Navidad, aunque duela, todavía lo llevas o la llevas contigo.
Y si estás solo, abrázate igual.
Porque aunque no lo creas, hay alguien allá afuera pensando en ti, justo ahora, con la misma nostalgia que tú sientes.
Feliz Navidad, carajo.
De corazón.
Sin envolturas, sin filtros, sin postales falsas.
Solo esto: vida, amor y un poquito de verdad.
Namasté
¡Jo, Jo, Jo!
Gracias, gracias, gracias.
Te leo.
Te deseo un excelente y maravilloso día.
Namastè
