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Todos mostramos una parte impecable, pero la verdad habita detrás de escena.

¿Perfección o realidad?

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  • Última modificación de la entrada:8 octubre, 2025

Detrás de la perfección como padre o como madre se esconden verdades que nadie quiere mostrar.
Miedos. Culpa. Frustración. Traumas.

Todos cargamos una historia oculta.

O, la gran mayoría.

Las selfies salen bonitas.
Bien para el «feed» de Instagram.
Likes asegurados.

Pero hace poco vi un video de una niña en un colegio… mostrando todo lo que nosotros, como padres, preferimos negar.

Yo fui ese papá:
Presente, pero ausente.

Padre soltero desde 2008.

Me puse el traje de «Soyla»:

Soy la que lava.
Soy la que plancha.
Soy la que cocina.
Soy la que barre y trapea.

Y, además, el traje de líder y proveedor.
El de la obligación.

Colegios «¡Cool!»
Ropa «¡Cool!»
Zapatos «¡Cool!»
Útiles inútiles escolares «¡Cool!»
Fotos «¡Coolísimas!»

Yo, el papá líder y proveedor.

En el trabajo, líder y proveedor.
En la pareja, líder y proveedor.
En todo: líder y proveedor.

¿Y sabes qué?
Esa mierda de ser siempre el puto proveedor mama.

(Acá te dejo un artículo sobre eso [enlace]).

Tarde entendí que solo estaba cumpliendo con los guiones que dicta la sociedad.

Esos absurdos constructos que te dicen qué tienes que ser.

Y yo, ¿qué?

Mis hijos no necesitaban un padre perfecto.

Necesitaban un padre real.

Cuando me di cuenta de eso, todo empezó a girar.

Cuando entendí que yo debía ser mi prioridad, todo se dio la vuelta.

Si quería hijos estables, primero debía ser estable yo.

Si quería mostrarles liderazgo, debía ser un buen auto-líder.

Si quería verlos reír, debía aprender a reír yo primero.

El día que dejé de aparentar, la vida dejó de ser en blanco y negro.
(Acá otro artículo sobre las apariencias [enlace]).

Y sí, todo cambio trae resistencia.

Ese puto ego —o como muchos lo llaman: «destino»— se mete a estorbar.

Pero cuando quitas la máscara, cuando eliges ser real, todo empieza a tener color.

La perfección como padre es una mentira bien vendida.

A nadie le importa tu disfraz de proveedor exitoso.

Tus hijos no te van a recordar por los zapatos de marca ni por las fotos con filtro.

Te van a recordar por cómo los mirabas, por cómo reías con ellos, por si estabas de verdad o solo fingías.

Prefieren un papá humano, una mamá humana, con fallos y cicatrices, que héroes de cartón.

El verdadero legado no es lo que compras, es lo que eres.

Y cuando un día tus hijos digan:

«Mi papá o mi mamá fue de verdad»… ese será tu único triunfo que valga la pena.

Gracias, gracias, gracias.

Te leo.

Te deseo un excelente y maravilloso día.

Namastè

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