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Se ha encasillado al hombre en un rol que se ha vuelto una estigmatización.

Un puto proveedor

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  • Última modificación de la entrada:23 agosto, 2025

Ese cuento del «hombre proveedor» es la mayor mentira que nos vendieron .

Y mientras lo sigamos repitiendo, vamos a seguir destruyendo relaciones… y hombres.

¿Te incomoda?

Entonces este post es para ti

Estoy hasta las huevas con ese cuento del «hombre proveedor».

No solo del que lleva la plata.

También del que da tiempo, contención, seguridad, atención, cuerpo, alma… sin pedir nada a cambio.

El que resuelve, el que sostiene y el que nunca se queja.

Y al que todos aman… hasta que se rompe.

Hasta algunos «REFERENTES» repiten esa mierda como si fuera un valor masculino sagrado.

Como si ser hombre significara ser útil.

Punto.

Yo pienso todo lo contrario.

Y no hablo de feminismo ni de igualdad de género —eso ya se volvió otra guerra en la que no me interesa entrar—.

[…]

Después de varios golpes y aprendizajes, entendí que una relación real solo tiene sentido si hay crecimiento mutuo.

Si los dos se expanden.

Si hay presencia.

Para eso se tiene pareja. O eso creo yo.

Porque en mi vida, siempre fui «el puto proveedor».

El que tendía la mano sin condiciones.

El que se hacía cargo, el que nunca se permitía decir: «yo no puedo».

Nadie me obligó. Yo lo asumí. Pero lo hice desde esa creencia podrida de que el hombre tiene que estar para todos. Que si no provee, no sirve.

Y así me fue:

En una época incluso terminé proveyendo a quienes ni siquiera debía (no vale la pena entrar en eso). Pero mientras pude dar, mientras tuve fuerza, energía, resultados… fui aplaudido, querido, validado.

Y cuando se me acabó la plata… me pusieron los cachos, o me dejaron.

Ja, ja, ja, ja, ja.

¿Por qué me río?

Porque ahora entiendo que todo eso era parte de mi proceso de crecimiento. Al meterme con personas que lo único que me estaban mostrando era un espejo: que tenía que mirarme a mí mismo primero, de verdad.

(Obviamente ellas no eran conscientes de lo que me estaban reflejando —lejos de ser conscientes de esa mierda—).

En su momento me sentí como un culo, pero era necesario; era parte del proceso.

Un proceso construido con creencias autodestructivas que no sabía que llevaba dentro… hasta que explotaron.

[…]

Pero bueno. Eso ya es tema de otro post.

Yo entiendo que en las parejas que aún están criando hijos, donde uno elige salir a trabajar y el otro «elige» —elección impuesta— quedarse en casa para cuidarlos, haya acuerdos.

Y lo digo claro: ese segundo rol —el de quedarse en casa— es el más difícil y mamón de todos.

Porque la carga emocional y laboral es brutal. Y además, casi nunca es reconocida por la parte masculina —nadie lo puede negar—.

Eso se puede trabajar. Se puede hablar.

Porque la mujer, en ese rol, no solo sostiene: «forma».

Y eso vale más que cualquier cheque.

Ahora bien…

Parejas que ya no están criando a nadie, que ya no tienen hijos pequeños, que ya no están en esa etapa… y siguen repitiendo la misma mierda del «hombre proveedor»

¡Tienen huevo!

En serio.

¿Para qué siguen jugando a ese teatro?

¿Para quién?

[…]

Hace un par de días, en un networking, me conecté con una mujer con una imagen poderosa, impactante. No solo por su belleza física, sino por la seguridad que proyectaba. Empresaria ella.

Y me sale con el cuento de que el hombre tiene que ser el «proveedor» para darle tranquilidad y estabilidad a la mujer.

¡Quedé absorto!

Una mujer con ese talante… ¡y me sale con esa mierda!

¡Absurdo!

Lo mismo me pasó hace un par de meses, en un almuerzo al que llegué por accidente. Un grupo de mujeres, todas «empresarias», y salieron con el mismo chorro de babas: que una mujer necesita un «hombre proveedor» que le dé estabilidad, que los hombres que no saben proveer no valen la pena porque desestabilizan.

¿Cuál estabilidad?

¿Tal vez lo que buscan es un hombro donde llorar?

¿Tal vez un abrazo?

¿Tal vez ser escuchadas?

¿Tal vez ser valoradas como mujeres más allá del disfraz de empresarias exitosas?

Yo veo eso más como necesidad de apoyo. Y no lo critico —de hecho, es justo y necesario. Está perfecto.

Pero ahí va la verdadera pregunta, la que incomoda:

¿Y el hombre qué?

¿El hombre no puede tener la misma necesidad?

¿El hombre no puede llorar también?

¿O si llora es un maricón?

¿Si se quiebra deja de ser hombre?

¿El hombre no necesita también un abrazo?

¿No necesita que lo escuchen?

Les lancé esas preguntas en la mesa…

Silencio.

Ninguna me respondió.

Algunas se incomodaron, otras me miraron como diciendo:

«Este hijueputa tiene huevo con lo que dice».

[…]

Hoy, en esta nueva etapa de mi vida, estoy absolutamente feliz y dichoso solo.

Y tal vez me quede así, porque no pienso volver a asumir ese puto rol de mierda del «hombre proveedor».

Ya ni siquiera proveo a mis hijos, porque cada uno tiene su vida.

Yo estoy aprendiendo a proveerme a mí, y éso… ya es más que suficiente.

Pienso que, si alguien decide asumir un rol de pareja sentimental o compañero/a de vida, podría hacerlo desde una sola perspectiva:

¡Crezcamos juntos!

Podemos proveernos, ¡JUNTOS!

Podemos servirnos, ¡JUNTOS!

Podemos apoyarnos, ¡JUNTOS!

Podemos crear un futuro, ¡JUNTOS!

Podemos formar un imperio, ¡JUNTOS!

¿No se te para? Despertémoslo, ¡JUNTOS!

Todo esto, tomados de la mano, eso sí, trabajando, ¡JUNTOS!

Si tú te caes, acá está mi mano para levantarte.

Si estás cojeando, acá está mi hombro para que te apoyes.

Si flaqueas, acá está mi abrazo para sostenerte.

Si te quedas sin nada, acá yo te «proveo» mientras nos recuperamos.

[…]

Existe una frase muy famosa, pero muy poco aplicada en la mayoría de relaciones de pareja:

«Hoy por mí, mañana por ti».

[…]

Hay algo que sí es irrebatible: a la mujer se le debe consentir, cuidar, proteger, ayudar, servir, apoyar y «proveer» sí, siempre y cuando no se convierta en una camisa de fuerza o en una esclavitud recíproca.

¿Por qué menciono esto?

Y lo digo a título personal, como todo lo que escribo. Para mí, el hecho de que alguien sea proveedor del otro, en esta cultura machista de la que hacemos parte, es sinónimo de «yo te proveo, entonces, tú me perteneces». Y eso, en esta sociedad de mierda, es mortal —más para una mujer—.

Yo le he inculcado a mi hija desde muy pequeña que jamás le estire la mano a ningún malparido, porque ella puede valerse por sí misma, puede ser autoproveedora, una mujer independiente y empoderada. Hasta ahora, ha seguido mis sugerencias.

A mi hijo, desde pequeño le he inculcado que jamás se aproveche del rol de proveedor que en momentos de la vida debemos asumir como seres humanos, como compañeros de vida, como líderes de una familia —que ahí sí, se debe ser proveedor, no solo de los hijos sino de la compañera de vida también—.

Mi filosofía de vida actual es no convertirme en un «puto proveedor» sin sentido alguno. Habrá casos extremos, pero por cumplir con un constructo social absurdo y estúpido, ¡NO! ¡JAMÁS!

Porque el hombre también requiere ese tipo de cosas, aunque jamás lo digamos. El hombre también flaquea, el hombre también se debilita, el hombre también lo pierde todo. A mí me sucedió. ¿Y quién estuvo ahí para darme una mano? Ninguna de las que yo pensaba me correspondería, al menos por «solidaridad» de vida, o «solidaridad» de pareja o … «solidaridad» de cama.

Ja, ja, ja, ja, ja.

(Esto lo digo desde mi ego de ese entonces.)

[…]

Así que ese cuentico del «hombre proveedor» como garantía de que una relación funciona…

Es solo eso: Un cuentico.

De esos que ya no me trago.

¿Y tú?

Gracias, gracias, gracias.

Te leo.

Te deseo un excelente y maravilloso día.

Que la fuerza que sostiene el universo te abrace, te guíe y te abra todos los caminos.

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