Está de moda aconsejar.
Todo el mundo tiene algo que decirte sobre cómo deberías vivir, criar a tus hijos o tomar decisiones.
El problema es que la mayoría hablan desde cero resultados.
Desde su miedo, su falta de cojones o su frustración.
Y, claro, esto viene disfrazado de «buenas intenciones».
Yo aprendí a callarme.
A no meterme en la vida de nadie.
Solo doy mi opinión si me la piden.
Porque cuando alguien empieza a darme cátedra de vida sin haber logrado nada… automáticamente me desconecto.
No porque sea mejor que ellos.
Sino porque ya sé cuándo alguien habla mierda… y cuándo alguien habla desde la experiencia.
Cuando quiero escuchar una perspectiva, voy directo a la fuente.
Pregunto, converso.
Y no busco consejos: busco puntos de vista.
Nadie puede aconsejarte de manera imparcial.
Todos opinamos desde nuestra propia película.
Y, claro, eso siempre contamina el mensaje.
Mi círculo es reducido.
Confío en una persona que vive en Jardín, Antioquia.
Aunque confieso que en ocasiones me siento regañado cada vez que conversamos…
Ja, ja, ja, ja, ja.
Ella no está donde yo quiero estar, pero conoce parte de mi historia y de mi proceso, y me habla con la sinceridad con la que pocos se atreven.
Eso vale oro.
Y luego está el otro grupo: «conocidos» que ya están en el lugar al que yo quiero llegar.
Ellos no solo hablan: muestran resultados.
Ahí sí pongo la oreja y me callo.
Cuando alguien intenta «arreglarme la vida» sin que yo se lo pida, mi ego lo rechaza de inmediato.
No porque sea soberbio, sino porque suelen estar en el mismo nivel que yo… o peor.
Si insisten, me alejo. Sin culpa.
No te voy a dar consejos.
No soy tu coach, ni tu gurú, ni tu psicólogo de TikTok.
Solo comparto lo que a mí me funciona.
Si algo resuena contigo, bien.
Si no, déjalo pasar.
La buena intención sin resultados es puro humo.
Robert Kiyosaki lo dijo mejor que yo:
«No tomes consejos de alguien que no tiene resultados. Solo sigue a quienes ya han logrado lo que tú quieres lograr».
Y tiene razón.
Porque escuchar al equivocado es como dejarte operar por alguien que nunca en su vida ha tocado un bisturí.
Así que la próxima vez que alguien intente decirte cómo vivir, mírale los resultados.
Si no te gustan, sonríe, dale las gracias… y no le hagas ni puto caso.
[…]
Gracias, gracias, gracias.
Te leo.
Te deseo un excelente y maravilloso día.
Dios te bendiga.