Pensé que lo había vivido casi todo, que no me había equivocado tanto, pero hoy me di cuenta de que aún me falta mucha tela por cortar.
Como es sabido para quienes han leído mi libro, vengo en una crisis económica caótica desde hace más de quince años. Apenas ahora estoy empezando a apoyar los pies en el fondo de ese estanque para impulsarme y poder salir a flote.
Pasé de tenerlo todo y darle todo a mis hijos a no tener nada y cohibirlos de muchas cosas que han necesitado. Esto también lo cuento en mi libro; allí está la historia completa y el aprendizaje hasta la fecha de haberlo escrito.
A mis hijos les ha tocado hacer cosas que yo, a su edad, nunca hice. También han hecho cosas que yo, como papá, nunca pensé que les tocaría, porque yo debía seguir siendo el padre perfecto que todo les provee.
Yo lo tuve todo, nunca me faltó nada. De hecho, pienso que ese fue un error de mis padres conmigo: darme todo y jamás permitirme comer un poquito de mierda. Ellos lo hicieron porque tuvieron que saborear de esta en sus diferentes estados de descomposición durante su niñez y adolescencia, y para compensar lo que les faltó a ellos, me dieron de todo, dentro de su inmenso amor como padres. Ellos vieron que eso estaba bien, pero yo concluyo que no debió haber sido así.
Bueno, lo hecho, hecho está.
Hace unos días, mi hija menor me comentó que estaba iniciando un emprendimiento. Ella tiene esa chispita por los negocios y le gusta el dinero. A mis dos hijos siempre les inculqué que nunca estiraran la mano a nadie, especialmente a ella, que nunca dependieran de otros. Siempre les dije que eran capaces de lograr lo que quisieran sin depender de nadie. Muchos de los que me están leyendo seguramente entienden el mensaje, y espero que «MUCHAS» también lo comprendan. Tanto así que invitar a mi hija es un lío porque, si no se paga por mitades, no acepta.
—Jajajajaja—.
Este fin de semana, ella me mostró el negocio que está montando: vender unos LEGOS bastante curiosos y agradables. Me contó casi todo sobre cómo iniciaría con esa idea de negocio y le facilité una mesa para que colocara su mercancía allí.
Hoy me llegó una foto muy bonita de su emprendimiento: una mesa bien arreglada con una torre elaborada manualmente, exhibiendo más de cien LEGOS que ha comprado. Todo está muy bien hasta ahí, pero al detallar la foto, me di cuenta de que su lugar de ventas es en la calle.
Qué golpe tan hijo de puta recibí al entender la foto. En un principio entendí que había rentado un local pequeño para exhibir su mercancía, pero para mi ego de padre, fue una noticia que me llenó de sentimientos encontrados. Por un lado, estoy feliz de ver a mi hija que no le queda grande nada; de hecho, me atrevo a decir en términos coloquiales que tiene más huevos que yo. Eso, a mí, me ha costado trabajo hacerlo, y ella, sin pena, lo está logrando siendo menor de edad. Por otro lado, siempre les dije, cuando era un papá ególatra, que no me gustaría verlos así, a ninguno de mis hijos.
Aquí viene una frase que es muy cierta: «la lengua es el azote del culo».
Esa foto me llegó hasta lo más profundo de mi ser, me desubicó totalmente, me desestabilizó, me ha dado tremenda sacudida. Me ha llevado a cometer un error en mi contra:
Denigrar una vez más como persona, como ser humano, como padre de familia. Me he sentido un absoluto fracaso como padre, un completo inútil en mi labor de padre, un irresponsable al que le quedó grande brindarle un bienestar a sus hijos. Lloré un montón porque mi responsabilidad social es brindarles bienestar y un futuro promisorio a mis hijos, y siento que no estoy cumpliendo con ese tabú de mierda.
Me siento como un culo, y sé que me va a costar un montón superarlo, porque todo lo que me prometí a mí mismo como padre no lo estoy cumpliendo, especialmente cuando tengo un referente que nunca faltó a ese compromiso: «mi padre». Juntos, papá y mamá se rompieron la espalda para brindarme todo y darme en una carrera universitaria como arquitecto. Se endeudaron enormemente para verme hecho un profesional.
Lastimosamente, yo no he cumplido con ese ítem, pero estoy convencido de que he cumplido con otros más importantes. Aunque de éso, ya hablarán mis hijos.
La vida da muchas vueltas, y cada vez confirmo que la frase «de esta agua no beberé» tiene un sentido y un significado berraquísimos.
Como padre, me siento un malparido completo, pero es algo que, como me dijo mi hija hace un momento cuando le comenté mis sensaciones: «Papi, tienes que superarlo, yo quiero hacerlo» —¡qué sabias palabras!—
Tengo la certeza de que dentro de lo mucho o lo poco que sembré en mis hijos, algo hice bien, porque he formado personas con buenos principios y valores. Que mis hijos me están dando sopa y seco, de eso no me cabe la menor duda.
Recordando el libro «Muchos cuerpos, una sola alma», todo esto corresponde a misiones de vida pactadas desde mucho antes. Tengo la certeza de que los caminos que han decidido llevar mis hijos, por decisión propia u obligados, los están llevando por experiencias que los van a enriquecer y fortalecer como personas. Yo debo asimilar muchas otras, pero algo que debo mejorar sí o sí es no autolapidarme cuando veo que mis hijos están pasando por dificultades necesarias para su existencia, crecimiento y desarrollo personal.
Si te llega a interesar colaborar con mi hija en su emprendimiento, acá te dejo su contacto: —puedes hacer clic sobre el siguiente número 3244303160.
Espero que esta reflexión te haya aportado algo para tu vida.
Te deseo un excelente y maravilloso dìa.
Dios te bendiga.
Namastè